Una clase de panadería con la Chef Edna Cochez en la antigua sede de Mise en Place cambió mi vida. Aunque ya han pasado un buen par de años (entiéndase par de años en medida panameña) recuerdo perfectamente los panes que hicimos en clase: focaccia, pan campesino y palitroques.

Antes había intentado hacer pan siguiendo tutoriales pero para ser sincera no me quedaban como debían ser. Esa clase con la Chef Edna no sólo me ayudó a hacer pan en condiciones sino que cambió mi vida, porque quise profundizar en la cocina, aprender el por qué pasaban las cosas, quería que los olores, los sabores, las ollas, cucharones y cuchillos formaran parte de mi vida.
He cocinado desde que era niña. Papá y mamá trabajaban en hospitales y eso conlleva turnos rotativos, turnos dobles… y como consecuencia inmediata la necesidad de que mi hermano y yo aprendiéramos a hacer ciertas cosas, entre ellas cocinar. Mi mamá me marcaba en el libro de «1080 recetas» de Simone Ortega la receta que tenía que hacer cuando llegaba de la escuela. Me gustaba la tarea que me tocaba.
Después pasaron varios años, la vida dio unas cuantas vueltas hasta que ahí estaba yo, delante de varias bolas de masa de pan en una clase de panadería con la Chef Edna Cochez, de Panama Baking Factory. Ese día marcó un antes y un después de mi vida. Ahí decidí que la cocina tenía que ocupar una parte importante en mi vida.
Y seguramente te preguntas ¿a qué viene todo este rollo? A Julia la yuca se le ha subido a la cabeza, jajaja… Esto que acabas de leer es lo que pienso cada vez que hago una focaccia, que fue una de las recetas que aprendí ese día y que también puedes encontrar en «100 Recetas Una Historia del Chef Charlie Collins.
La focaccia es un pan plano muy versátil… a veces lo preparo con un topping de aceitunas kalamata, tomates cherry, hongos y queso provolone y otras veces lo hago sin el topping para utilizar en emparedados.

Las fotos son cortesía de Jele Boscan.